3 de octubre de 2011

Machado

Yo voy soñando caminos
de la tarde. Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
La tarde cayendo está.
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino se serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.